El Salvador.- El bajo Lempa es una Venecia en potencia con sus canales de agua, sus innumerables islas y su permanente dependencia del agua para vivir. La única diferencia es que el Lempa es una Venecia virgen donde los pescadores son dueños del río y el río es dueño de sus vidas.
Aquí el hombre depende de la naturaleza para vivir y, a veces, la naturaleza es cruel con él. Hace unas semanas, la tormenta tropical Ágata pasó por aquí y anegó comunidades enteras, destruyó infraestructuras básicas e, incluso, cambió el propio paisaje del delta. Hace un año, otra fuerte tormenta modificó en unos trescientos metros la desembocadura natural del río. Donde antes el Lempa se unía con el mar se creó una duna y crecen, ahora, los manglares.
“Es así y no hay forma de cambiarlo”, dice Chepe, un experimentado lanchero que se conoce el delta y los canales como si fueran su casa. Cuando la marea sube, es fácil navegar por el río, pero cuando baja es un ejercicio de ingeniería. “Hay que tener mucho cuidado porque cada tormenta modifica los canales. Quita arena de un sitio y la deposita en otro”.
Lo sabe bien. El Ágata creó nuevos canales, pero casi hace desaparecer otros por la acumulación de sedimentos. El paisaje en el mar es casi de ciencia ficción. La playa desapareció bajo cientos y cientos de toneladas de desechos que trajo la tormenta, principalmente, troncos y madera.
El tortuguero
A la playa llegamos acompañados de Luis, de la ONG Cordes para visitar un tortuguero financiado por la cooperación gallega, y de Miriam, de la Asamblea de Cooperación por la Paz. Chepe nos ha dejado en una orilla de la Isla Colorada. Es muy difícil salir al mar. Así que cruzamos el archipiélago andando y llegamos al mar.
La acumulación de sedimentos en la playa pone en peligro la cría de las tortugas. “Ahora tienen dificultades en hacer sus nidos para enterrar los huevos”, comenta Luis. El tortuguero está cuidado día y noche por dos viveristas que son los encargados de recolectar los huevos que los tortugueros les traen.
“Se trata de evitar su comercio ilegal. Antes, los pescadores recogían los huevos para venderlos y sacarse un sueldo extra, pero esta práctica ponía en peligro la supervivencia de las tortugas”, comenta Oscar, el viverista jefe. Con el nuevo sistema, los pescadores no pierden. La única diferencia es que, ahora, ayudan a conservar la especie.
Depende de la noche
“Si hay una buena noche –las tortugas desovan de noche—puedes alcanzar un buen sueldo”. Por cada nidada, de entre 60 y 110 huevos, un pescador puede conseguir entre 20 y 25 dólares. “Hay buenas noches, e las que puedes conseguir más de 50 dólares, pero hay otras, las que más, que te vas con las manos vacías”.
Además del tortuguero, Cordes ha puesto en marcha una novedosa iniciativa ecoturística y ha formado a varios pescadores locales para que sirvan de guías turísticos. El objetivo es atraer a los turistas que llegan a los lujosos hoteles de la Costa del Sol salvadoreña para que se pasen por el tortuguero, conozcan en que consiste y se tomen un refrigerio. Todo está ya montado para la inauguración de las nuevas instalaciones que consisten en una gran cabaña y otras más pequeñas para disfrute de los turistas. Dentro de unas semanas será la inauguración. Para entonces, los efectos del Ágata ya serán menores.
Texto: Xurxo Salgado
Fotos: Marcos Canosa
Aquí el hombre depende de la naturaleza para vivir y, a veces, la naturaleza es cruel con él. Hace unas semanas, la tormenta tropical Ágata pasó por aquí y anegó comunidades enteras, destruyó infraestructuras básicas e, incluso, cambió el propio paisaje del delta. Hace un año, otra fuerte tormenta modificó en unos trescientos metros la desembocadura natural del río. Donde antes el Lempa se unía con el mar se creó una duna y crecen, ahora, los manglares.
“Es así y no hay forma de cambiarlo”, dice Chepe, un experimentado lanchero que se conoce el delta y los canales como si fueran su casa. Cuando la marea sube, es fácil navegar por el río, pero cuando baja es un ejercicio de ingeniería. “Hay que tener mucho cuidado porque cada tormenta modifica los canales. Quita arena de un sitio y la deposita en otro”.
Lo sabe bien. El Ágata creó nuevos canales, pero casi hace desaparecer otros por la acumulación de sedimentos. El paisaje en el mar es casi de ciencia ficción. La playa desapareció bajo cientos y cientos de toneladas de desechos que trajo la tormenta, principalmente, troncos y madera.
El tortuguero
A la playa llegamos acompañados de Luis, de la ONG Cordes para visitar un tortuguero financiado por la cooperación gallega, y de Miriam, de la Asamblea de Cooperación por la Paz. Chepe nos ha dejado en una orilla de la Isla Colorada. Es muy difícil salir al mar. Así que cruzamos el archipiélago andando y llegamos al mar.
La acumulación de sedimentos en la playa pone en peligro la cría de las tortugas. “Ahora tienen dificultades en hacer sus nidos para enterrar los huevos”, comenta Luis. El tortuguero está cuidado día y noche por dos viveristas que son los encargados de recolectar los huevos que los tortugueros les traen.
“Se trata de evitar su comercio ilegal. Antes, los pescadores recogían los huevos para venderlos y sacarse un sueldo extra, pero esta práctica ponía en peligro la supervivencia de las tortugas”, comenta Oscar, el viverista jefe. Con el nuevo sistema, los pescadores no pierden. La única diferencia es que, ahora, ayudan a conservar la especie.
Depende de la noche
“Si hay una buena noche –las tortugas desovan de noche—puedes alcanzar un buen sueldo”. Por cada nidada, de entre 60 y 110 huevos, un pescador puede conseguir entre 20 y 25 dólares. “Hay buenas noches, e las que puedes conseguir más de 50 dólares, pero hay otras, las que más, que te vas con las manos vacías”.
Además del tortuguero, Cordes ha puesto en marcha una novedosa iniciativa ecoturística y ha formado a varios pescadores locales para que sirvan de guías turísticos. El objetivo es atraer a los turistas que llegan a los lujosos hoteles de la Costa del Sol salvadoreña para que se pasen por el tortuguero, conozcan en que consiste y se tomen un refrigerio. Todo está ya montado para la inauguración de las nuevas instalaciones que consisten en una gran cabaña y otras más pequeñas para disfrute de los turistas. Dentro de unas semanas será la inauguración. Para entonces, los efectos del Ágata ya serán menores.
Texto: Xurxo Salgado
Fotos: Marcos Canosa
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