El Salvador.- En el Bajo Lempa, un amplio estero de canales e islas, cinco cooperativas de pescadores se han organizado para manejar de forma sostenible la pesca. Han aplicado vedas en más de 1.000 hectáreas de lámina de agua, han eliminado mallas oscuras que capturaban piezas de escaso tamaño e incluso se han organizado para tratar de concienciar al resto de pescadores sobre malas prácticas. En esa última misión, su éxito fue limitado. La campaña de concienciación llegó incluso a despertar reacciones inesperadas.
Como parte del plan de manejo sostenible, las cooperativas ubicaron una lancha en la bocana del Lempa, a unos metros del Pacífico, para informar a los pescadores de otras áreas sobre las vedas y para echarle un ojo a las mallas que ingresaban en el río. Pero no todos comprendieron la importancia de la regulación de recursos. Por qué cambiar lo que habían hecho toda la vida, se preguntaban algunos. Otros ni siquiera buscaban razonamientos tan elevados. Los pescadores que guardaban la bocana se llegaron a encontrar con que los encañonaban con una 38: “El río no es de nadie”, les argumentaron, arma en mano.
¿No es de nadie el río? Los que estudian las consecuencias de la propiedad en la gestión de los recursos naturales explican que los bienes de libre acceso, los que parecen no ser de nadie, están condenados a la extinción. Sólo la gestión pública o comunitaria, la idea de que los bienes son de todos, garantiza un futuro. Aplicado al Lempa, si los pescadores consideraran que el río es de todos, habría una estricta regulación comunitaria que garantizaría un futuro. Si se piensa que el río no es de nadie, el razonamiento sería otro, algo así como ‘voy a sacar toda la tajada que pueda antes de que lo hagan los demás’.
Cinco cooperativas del Bajo Lempa, con apoyos de la Cooperación Galega a través de la Asamblea de Cooperación por la Paz, han tratado de concienciar a los pescadores de que el río es de todos. “Perdimos dinero y mucho tiempo en la creación de un plan para conservar los recursos naturales, pero hoy ya podemos decir que llevamos años aplicando vedas en el estero y usando mallas legales”, cuenta Cruz Reyes, pescador en la isla de Montecristo. “Comprobamos cómo la pesca va bajando”, explica otro pescador, Miguel Hernández, en isla Colorada, “y pensamos en que igual en un futuro nuestros hijos quieren ser pescadores y también necesitan pesca. Y aunque no quieran ser pescadores, igual no tienen otra alternativa porque aquí no hay más nada salvo la pesca”, reflexiona.
De lo que piensan los pescadores artesanales sobre las vedas públicas o sobre los barcos de pesca industrial, a los que hablan de plantarles fuego, hablaremos en un próximo post.
Texto: Gonzalo Brocos.
Fotografía: Marcos Canosa.
Como parte del plan de manejo sostenible, las cooperativas ubicaron una lancha en la bocana del Lempa, a unos metros del Pacífico, para informar a los pescadores de otras áreas sobre las vedas y para echarle un ojo a las mallas que ingresaban en el río. Pero no todos comprendieron la importancia de la regulación de recursos. Por qué cambiar lo que habían hecho toda la vida, se preguntaban algunos. Otros ni siquiera buscaban razonamientos tan elevados. Los pescadores que guardaban la bocana se llegaron a encontrar con que los encañonaban con una 38: “El río no es de nadie”, les argumentaron, arma en mano.
¿No es de nadie el río? Los que estudian las consecuencias de la propiedad en la gestión de los recursos naturales explican que los bienes de libre acceso, los que parecen no ser de nadie, están condenados a la extinción. Sólo la gestión pública o comunitaria, la idea de que los bienes son de todos, garantiza un futuro. Aplicado al Lempa, si los pescadores consideraran que el río es de todos, habría una estricta regulación comunitaria que garantizaría un futuro. Si se piensa que el río no es de nadie, el razonamiento sería otro, algo así como ‘voy a sacar toda la tajada que pueda antes de que lo hagan los demás’.
Cinco cooperativas del Bajo Lempa, con apoyos de la Cooperación Galega a través de la Asamblea de Cooperación por la Paz, han tratado de concienciar a los pescadores de que el río es de todos. “Perdimos dinero y mucho tiempo en la creación de un plan para conservar los recursos naturales, pero hoy ya podemos decir que llevamos años aplicando vedas en el estero y usando mallas legales”, cuenta Cruz Reyes, pescador en la isla de Montecristo. “Comprobamos cómo la pesca va bajando”, explica otro pescador, Miguel Hernández, en isla Colorada, “y pensamos en que igual en un futuro nuestros hijos quieren ser pescadores y también necesitan pesca. Y aunque no quieran ser pescadores, igual no tienen otra alternativa porque aquí no hay más nada salvo la pesca”, reflexiona.
De lo que piensan los pescadores artesanales sobre las vedas públicas o sobre los barcos de pesca industrial, a los que hablan de plantarles fuego, hablaremos en un próximo post.
Texto: Gonzalo Brocos.
Fotografía: Marcos Canosa.
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