martes, 29 de junio de 2010

Concluyendo. Lecciones de solidaridad


Costa Rica.- Llega el final del viaje y entre aeropuertos y aeropuertos, de vuelta a España, aprovechamos para abrir balance periodístico y personal. Fueron tres semanas de compartir muchas horas con pescadores artesanales, personal de ONGs e instituciones. Era el objetivo principal que nos trajo a Centroamérica. Compartir experiencias y contarlas; aportar mayor conocimiento sobre las necesidades del sector de la pesca artesanal y sobre el papel de la cooperación gallega en su desarrollo.

Salíamos con un claro objetivo de contribuir a la comprensión de la situación de la pesca en Centroamérica. No pretendíamos convertirnos en espejo de la realidad. De un lado, se trataba de darle voz a los que deberían ser los protagonistas de la cooperación y del desarrollo, en este caso las comunidades pesqueras. Buscábamos también encajar la situación de las comunidades pesqueras en un contexto social, entender por qué las cosas son como son.

En ese camino, nos dimos cuenta de que para nuestro trabajo, la corriente de solidaridad Norte-Sur no era más que un foco colateral, aunque importante; que lo que queriamos transmitir eran las historias y opiniones de personas, pescadores y pescadoras, comercializadores y comercializadoras, que trabajan día a día en su entorno por dejar en herencia un mundo que sea un poco mejor del que han recibido, que luchan por el futuro colectivo de sus familias, de sus comunidades y de su entorno.

Con muchos de ellos, pescadores, técnicos, cooperantes, compartimos sólo minutos, horas o días en el mejor de los casos. Nos despedimos de todos como lo hizo de nosotros en Nicaragua Néstor, de la contraparte Líder, todo atención y amabilidad: “En la vida hay personas con las que uno está destinado a encontrarse sólo unos minutos, pero sólo esos minutos pueden haber valido la pena”. Sentimos que así fue, que con sus luces y sombras, valía la pena transmitir los ejemplos de solidaridad, dignidad y lucha que nos ofrecieron muchas personas implicadas en la pesca artesanal o en la cooperación.

Anoche cerramos viaje en San Salvador. Primer día que trasnochamos hasta más allá de la una de la madrugada. Acabamos la noche jugando al futbolín en un bar con un grupo de salvadoreños. Les contamos que un paisano nuestro inventó el futbolín y nos sorprendemos de las diferencias entre el futbolín salvadoreño y el gallego. En El Salvador, hay tres jugadores en línea de portería y dos en defensa. Es muy diferente al de allá pero no hay problemas para entenderse y para jugar. La base es la misma. Jugamos a un juego común, a un juego global. Acabamos la noche haciendo equipos mixtos El Salvador – Galicia.

Texto: Gonzalo Brocos.
Fotografía: Marcos Canosa.

lunes, 28 de junio de 2010

Conclusiones: El Arte de la pesca



El Salvador.- Todo viaje tiene un fin y el nuestro toca al suyo. Hoy es el último día en tierras centroamericanas. Cuatro países, 21 días de viaje y docenas de pescadores entrevistados. También líderes asociativos, ONG´s y representantes institucionales del mundo de la pesca artesanal.

Nuestro viaje nos ha llevado a Managua, Corinto, la isla de Ometepe y Potosí en Nicaragüa; San Lorenzo, El Coyolito y la isla de Amapala en Honduras; San Salvador, El Cuco y el Bajo Lempa en El Salvador y Ciudad de Guatemala, San José y Punta Iztapa en Guatemala.

Hemos conocido los principales retos y problemas de la pesca artesanal, los beneficios del Profopac, los proyectos de la cooperación gallega y, sobre todo, nos hemos empapado de cultura pesquera.

Son muchas las conclusiones que sacamos y las lecciones aprendidas. Los pescadores centroamericanos son sabios, muy sabios, pero necesitan ayuda. Su principal problema radica en la falta de ordenación de su sector. La competencia de la pesca industrial, la contaminación, los problemas de comercialización y la captura masiva de especies por falta de vedas pueden arruinar su medio de vida.

Son conscientes de los problemas pero piden la intervención de los gobiernos y de la cooperación para ayudarlos. El programa de formación de la pesca artesanal de Centroamérica (Profopac), un proyecto impulsado por Cooperación Galega, y en el que colabora Amigos da Terra y Asamblea de Cooperación por la Paz, los ha ayudado a ordenar un poco su sector, pero la ayuda no es suficiente.

Implicación internacional y nacional


Muchos de ellos piden más cooperación a Galicia de la que se sienten agradecidos. Quieren saber más sobre comercialización y gestión empresarial y piden más medios materiales. Y es que los centroamericanos saben que sin la cooperación internacional muchos de sus proyectos no salen adelante.

Pero esa ayuda debe ser responsable. Algunos proyectos de esta región mueren nada más empezar por falta de previsión. Por eso son importantes los proyectos piloto y los programas por fases como es el caso del Profopac.

Además de la ayuda internacional, los gobiernos deben reaccionar y apoyar un sector que comienza a dar síntomas de cansancio, agobiado por la pesca industrial y la escasez de especies. Los países centroamericanos son ricos en pesca pero su población no la consume; bien por su precio, bien por asociarlo a la contaminación de ríos y mares. Por eso deben implicarse más en campañas de concienciación y formación.

También las sociedades centroamericanas deben implicarse y apoyar a sus sectores pesqueros. No vale vender un producto de calidad con la marca “producto de exportación”. Hay que crear marca y consumo propio, no para los “cheles”, para los extranjeros.

Agareso termina una fase de su proyecto. Vendrán más y esperamos estar aquí, nuevamente, para contarlo. Lo más importante es la gente. A su progreso y bienestar van dirigidos nuestros proyectos y nuestro trabajo. Hay miles de nombres anónimos que durante estas semanas se convirtieron en protagonistas de nuestras historias; Omar, Simón, Francisco, Willian, Luis, don Beto, Carlos, Fátima, Carmen y un largo etc. A todos ellos muchas gracias por hacer que la pesca siga siendo un Arte en un mundo de sombras.

Texto: Xurxo Salgado
Fotos: Marcos Canosa

“Pescando lo mismo, ganan más”

En unas horas concluye el trabajo del equipo de Agareso en Centroamérica, así que para ir cerrando buscamos un breve balance de los proyectos de Cooperación Galega con la pesca artesanal. Hablamos con Xavier Vázquez, el evaluador independiente contratado por la Xunta para ‘auditar’ los proyectos, y con José Daniel Rodríguez, el coordinador por Ospesca del Programa de Formación de la Pesca Artesanal, cofinanciado por la Cooperación Galega.

De lo que nos cuenta Xavier destacamos dos conclusiones. Una: “Los proyectos son en general muy positivos y han cumplido los objetivos iniciales de manera alta (…) Formularemos también sugerencias para su mejora futura”. Y dos, en un balance concreto del Profopac: “Pescando lo mismo, el sector de la pesca artesanal gana más”.

Tanto Xavier como José Daniel destacan otro punto de impacto del Profopac, el fortalecimiento de las instituciones pesqueras de Centroamérica y el establecimiento de puentes permanentes de la administración pesquera con los institutos de formación de cada país, de forma que los programas impartidos en el marco del Profopac se garantizan una continuidad futura.

Para José Daniel, resulta también evidente que el Profopac ha contribuido, dentro de sus limitaciones presupuestarias, a avanzar en el camino hacia la profesionalización de la pesca artesanal que han diseñado los siete países de Centroamérica integrados en Ospesca.

Los retos futuros de Profopac



Guatemala.- José Daniel Rodríguez, coordinador del Profopac, nos cuenta los retos futuros que, según el, tiene que afrontar el Programa de Formación de Pescadores Artesanales de Centroamérica (Profopac).

Reportaje audivisual de la visita de Agareso a Guatemala


Guatemala.- Navegamos por el río San José, en el municipio de San José (Guatemala). Desde aquí los pescadores salen al mar. Nos acompaña Cruz Martínez, Chucho, miembro de la cooperativa. Uno de los principales problemas de este cauce es su elevada contaminación. Los pescadores han presentado un proyecto a la cooperación internacional para su limpieza pero no ha prosperado.


En Puerto San José conviven los pescadores artesanales y de subsistencia. Los primeros se embarcan durante tres días seguidos para capturar especies a más de 150 millas. Los segundos viven de lo que pescan en las orillas.

En esta comunidad, la salida al mar es muy difícil. Tras la construcción de dos muelles envolventes, los pescadores, al igual que en El Cuco tienen que hacer muchas maniobras para evitar las grandes olas que se generan. En esa entrada murió hace dos años el secretario de la Asociación de Pescadores Artesanales de Guatemala.


Xabier Vázquez Pumariño, de la empresa Proxectos, contratada por la Xunta para evaluar los proxectos de Cooperación Galega mantiene un encuentro con formadores y coordinadores del Profopac y de Unipesca, la dirección general de Pesca de Guatemala, en este país centroamericano. Su objetivo es conocer como se ha desarrollado este programa en Guatemala.

Montaje: Xurxo Salgado

domingo, 27 de junio de 2010

“La formacion ha fortalecido la organización de los pescadores”


Guatemala.- Guatemala, última parada del evaluador independiente contratado por la Xunta para analizar los proyectos de la Cooperación Galega con la pesca artesanal de Centroamérica. En Guatemala, toca hacer balance de los cursos del Programa de Formación de la Pesca Artesanal (Profopac), financiado por la Cooperación Galega, y que en este país ha beneficiado a más de 200 pescadores. Comienza la mañana con una reunión del evaluador con el equipo de formadores que impartieron los cursos, con su coordinadora y con responsables de Unipesca y de Ospesca.

El encuentro busca clarificar puntos fuertes y débiles del Profopac de cara a la mejora de futuros proyectos formativos. Queda claro que los pescadores aprecian la formación recibida: “Son muchos los que nos preguntan cuándo habrá más cursos”, valoran los formadores. De cara a cubrir esa demanda, apuntan también la necesidad de mantener una frecuencia adecuada en la oferta formativa.

Los éxitos de los cursos se miden en cuestiones prácticas como la mejora del manejo del pescado o mayores conocimientos sobre comercialización, pero también en intangibles: “Los cursos han fortalecido la organización de las asociaciones de pescadores”, valora la actual coordinadora del Profopac en Unipesca, Claudia Chonay.

Determinar los lugares idóneos para impartir la formación o los módulos formativos que pueden centrar futuros cursos constituyeron algunas otras de las cuestiones abordadas en la reunión técnica. Como reto de futuro, se plantea también la forma de lograr la sostenibilidad de la formación a la pesca artesanal. Que esa formación prosiga el día en que cesen los apoyos de la cooperación.
Texto: Gonzalo Brocos
Fotos: Marcos Canosa

sábado, 26 de junio de 2010

La ruta del malestar


Guatemala.- En nuestra ruta por el Pacífico centroamericano, de sur a norte, las conversaciones con los pescadores que nos encontramos confirman la progresiva reducción de las capturas. Los datos institucionales tampoco mienten. En Honduras, en el Golfo de Fonseca, en 2004 se pescaban más de seis millones de libras de pescado con escama. En 2009 fueron sólo 2,5 millones, quizás, en parte, consecuencia de un invierno poco lluvioso que propició un calentamiento de las aguas. Las instituciones aún no tienen explicaciones claras.

Los pescadores constatan la bajada de la pesca, el alejamiento de los caladeros de la costa y en definitiva, más costos y menos ingresos. Su malestar se reparte entre los gobiernos, la pesca industrial, la gran acuicultura del camarón, y ellos mismos. En la isla de Amapala, Honduras, los pescadores demandan la aplicación de vedas por parte de su Gobierno: “Si no hay veda, nosotros mismos matamos al pescado”, valora Francisco García.

Más al norte, en el Bajo Lempa (El Salvador), a los pescadores no les convencen las vedas que implanta de cuando en cuando su gobierno. Piensan que la veda al camarón está pensada para beneficiar a la pesca industrial, para permitir la salida del camarón joven al mar sin que sea capturado por la pesca artesanal, de forma que se beneficien los pesqueros de altura. Hablan también de plantarle fuego o bombas a los barcos de pesca industrial, a los que dicen ver muchas veces pegados a la bocana del Lempa, supuestamente sobrepasando la distancia mínima a la costa que deben guardar.

Sobre estas cuestiones hay denuncias ante Cendepesca. Con su responsable íbamos a hablar días atrás, aunque finalmente no pudo celebrarse la entrevista concertada.

En el Cuco, también en El Salvador, los pescadores también culpan a la pesca industrial de la captura de larvas y de peces de todos los tamaños. En una salida con ellos en lancha para pescar, nos cruzamos con un grupo de delfines. Les pregunto si los pescan. Francisco Salgado me contesta que no: “No los pescamos, aquí los cuidamos”, dice con orgullo. “Si uno cae en los aparejos y queda vivo, lo soltamos”, completa Alfredo. “Son animales muy inteligentes. Y nos chulean. A veces nadan al lado de la lancha y nos van adelantando en zigzag, cruzándose de un lado a otro. Son la autoridad del mar”.

En el mar parece no haber mucha más autoridad. Llegamos estos días a Guatemala y el sentir de los pescadores es similar hacia la pesca industrial y hacia los gobiernos. En la Asociación de Pescadores de San José, Carlos echa pestes contra los arrastreros y los barcos de cerco, que dice que arrasan con todo: “De lo que pesca un arrastrero, 10 es de pesca y 40 de descartes que vuelven muertos al mar”, sostiene.

Tampoco se corta Carlos al hablar de malas prácticas en la pesca artesanal: “A veces están echando el trasmallo en los arrecifes, una práctica prohibida, porque quedan allí trasmallos enganchados y continúan matando peces durante años. Entonces llamamos a la Naval, pero lo primero que nos dice la Naval es que no tiene gasolina para los motores”.

Texto: Gonzalo Brocos.
Fotografía: Marcos Canosa.

viernes, 25 de junio de 2010

El futuro son ellas


Guatemala.- Son ya mujeres pero sus caras aniñadas las delatan. Son Cintya, Alba María, Carla y Cindy; 20, 19, 18 y 19 años. Y a pesar de su juventud son ya todo unas expertas en la comercialización del pescado.

Nuestras cuatro protagonistas viven en Punta Iztapa, cerca de Puerto San José, en un lugar donde el río y el mar se confunden y donde la pesca ha comenzado a escasear. Las cuatro han mamado la pesca desde su niñez y las cuatro quieren vivir de ella. Pero, la cosa, dicen, está mal.

Las capturas han bajado. Quizás sean las condiciones meteorológicas, la tormenta Ágata ha pasado por aquí hace un mes dejando un rastro de destrucción que aún perdura. Quizás sea la sobreexplotación de las especies. Ellas no saben decir con exactitud las causas pero han detectado el problema.

Por eso, creen que es necesario una mayor concienciación sobre la conservación del pescado. Es su futuro, y no quieren perderlo. Ni ellas, ni las generaciones futuras. Las cuatro han acudido al módulo de comercialización de los cursos del Profopac, que financia la cooperación gallega. Su experiencia es reveladora. “Ojala haya más cursos como estos”, asegura Cintya, la más habladora de todas.

Punta Isquián es una comunidad pequeña y casi todos, aquí, viven de la pesca. No paran de agradecer la ayuda de la cooperación porque, para ellos, es casi fundamental. Las cuatro ya saben como manipular correctamente el pescado, como conservarlo en frío y como presentarlo para que los clientes lo compren. Ahora, esperan que se acaben las obras del centro de acopio que también se está haciendo con la ayuda de la cooperación española y que, a diferencia de Puerto San José, todos desean utilizar cuanto antes.

Texto: Xurxo Salgado
Fotos: Marcos Canosa

La pesca arrastrada


Guatemala.- Puerto San José fue el principal puerto de Guatemala. Allí llegaban mercancías de todo el mundo y sus pescadores eran unos de los más afortunados de todo el país. Pero eso era en otro tiempo; cuando la pesca abundaba y no se habían instalado allí las grandes factorías pesqueras.

Hoy, y a pesar de todo, son más de 500 los pescadores artesanales que conviven con los buques arrastreros, entre ellos, los de Rianxeira, que ha instalado una planta aquí. Son casi 20.000 personas las que viven de forma directa de la pesca; una actividad que se ha vuelto complicada y difícil.

No hay pescado en las aguas costeras y, por eso, hay que ir a buscarlo hasta las 100 o incluso las 200 millas. Una faena que dura tres días y dos noches y que puede reportar, en el mejor de los casos, quinientas libras de pescado (250 kilos). “El problema son los arrastreros que andan al atún y que están esquilmando la pesca”, se queja Carlos.

Él, que es un curtido pescador, dinámico y tajante, lo tiene claro. “No es por ofender, pero son también los españoles los que están agotando los recursos”, se queja ante la atenta mirada del comisario político que han enviado desde el Ministerio de Pesca para que controle nuestro trabajo. “Con las redes que llevan agarran de todo, sobre todo el tiburón, del que sólo aprovechan la cola y luego tiran el resto al mar”.

“¿Y no sería necesaria una veda?”, preguntamos. “Por supuesto, pero siempre que la respeten también los de la pesca industrial porque si ello no lo hacen no lo vamos a hacer nosotros”. Cerca de él hay otros pescadores que asienten con la cabeza mientras que el comisario político pone cara de circunstancias.

Ayuda española

Sin embargo, los españoles, además de “esquilmar” los recursos, también “ayudan”. Es como si dieran una de cal y otra de arena. En Puerto San José, la AECID ha construido un centro de acopio, que, sin embargo, los pescadores no utilizan porque se quejan de que no reúne las mejores condiciones para la conservación del pescado.

Cruz, al que todos llaman Chucho, destaca que el centro se construyó sin tener en cuenta sus necesidades básicas. Con todo, destaca que de España también llegaron unos motores y los famosos cursos del Profopac, financiados por la Xunta. Unos cursos que algunos de ellos han realizado y que han resultado muy positivos para la profesionalización de su sector. Por eso piden que no se acaben y que se realicen nuevos módulos.

Texto: Xurxo Salgado
Fotos: Marcos Canosa

Entrevista con Luis Erazo - Responsable de la ONG Cordes (El Salvador)

Entrevista realizada en el Bajo Lempa, El Salvador. En este área del país centroamericano, la Cooperación Galega es canalizada, en el sector de la pesca artesanal, a través de organizaciones como Asamblea de Cooperación Pola Paz.

Producción de Gonzalo Brocos

El largo camino hacia la transformación social


El Salvador.- Noche en el Lempa, en un hostal a pie del río. Oscuridad total. Llevamos dos días con más horas sin suministro eléctrico que con corriente. Sólo una espectacular tormenta eléctrica en el horizonte ilumina de cuando en cuando todo el paisaje, los árboles, el agua, la mesa de la cena. Es una buena atmósfera para escuchar la metáfora de Octavio, impagable hostelero y chef, sobre desarrollo: “Llegan fondos y fondos de la cooperación y parece que no despegamos. Es como cuando uno viaja en tren y está en medio de un túnel. Sólo ve oscuridad y oscuridad, pero al final llegará la luz”.

Similar idea, expresada en términos de análisis técnico, nos la transmite el personal de Asamblea de Cooperación por la Paz (ACPP) y de la ONG local Cordes. Ambos colectivos suman tres años de proyectos en conjunto en apoyo a la pesca artesanal del Bajo Lempa. “El pescador aquí se acostó saliendo al río en un cayuco con remos; se despertó con lanchas, motores y aperos y un día después ya era empresario”, repasa Luis Erazo, de Cordes. “Cambiar la parte económica puede ser fácil. La social es más complicado”, valoran en ACPP. “Uno de los retos pendientes es avanzar hacia un cambio de actitud de los pescadores –continúa Luis- Crear una cultura empresarial desde el punto de vista solidario, no mercantil; una cultura empresarial en la que la familia y el desarrollo social sean lo más importante”.

Los proyectos de Cordes con la pesca artesanal del Lempa, apoyados por ACPP y Cooperación Galega, han logrado en los últimos años un fortalecimiento de cinco cooperativas. La cooperación ha tratado de subsanar tanto deficiencias detectadas, caso de la falta de formación profesional, como las necesidades expresadas por las propias comunidades de pescadores, como la falta de equipos o los problemas de comercialización.

Evitar intermediarios

Para la comercialización del pescado, los pescadores antes dependían en exclusiva del hielero, un intermediario, conocido también como ‘coyote’, que navegaba de isla en isla y que marcaba el precio al que compraba el pescado. “En épocas de abundancia de pescado, muchas veces no pasaba o no compraba. Los pescadores se encontraban con que su pescado no valía”, recuerda Luis Erazo, de Cordes.

La creación de una planta de transformación de pescado, participada por las cinco cooperativas de pescadores, ha venido a aportar garantías de seguridad de recogida y de precio justo a los pescadores. Los ha dotado además de instalaciones propias y les permite llegar hasta el vendedor final sin intermediarios. Pero la planta, que opera desde febrero, aún tendrá que superar dificultades económicas y, sobre todo, sociales para alcanzar un despegue seguro.

En la parte económica, a la planta le falta liquidez para hacer frente a pagos de pescado y de mantenimiento; le falta completar su oferta de servicios e instalaciones y negocia también para incorporar a más cooperativas y aumentar así su capacidad de abastecimiento al mercado. “Los apoyos de ACPP y de Cooperación Galega fueron muchos pero aún insuficientes”, valora Luis.

Ustedes y nosotros

En el terreno social, una escena de entrega de pescado que presenciamos en la planta de transformación lo dice todo. Llega una lancha de una de las cooperativas que participa en la planta, una de las lanchas llegadas al Lempa con los apoyos de ACPP y Cooperación Galega. Descarga de pescado y el personal técnico de la planta lo clasifica bajo la atenta mirada de los pescadores.

Los técnicos le explican a los pescadores que por el róbalo de mayor tamaño les pagarán menos que por el róbalo tipo ración individual, ya que así, aseguran, funciona ahora el mercado. El pescador pone mala cara pero consiente: “Ese que ustedes dicen que vale menos es de tanta calidad como el otro”, se arranca. “Para decirle la verdad, el hielero tampoco nos lo paga más que ustedes, pero si lo subimos hasta aquí, con el gasto de gasolina a mayores que eso implica, es porque pensamos que podemos sacarle algo más. Si no, para qué subirlo”.

Para qué subirlo, se pregunta él. Por qué dice ustedes en lugar de decir nosotros, reflexionamos en el equipo de Agareso, camino hacia Guatemala.

Texto: Gonzalo Brocos.
Fotografía: Marcos Canosa.

jueves, 24 de junio de 2010

CANAL 0,7 - TV: Reportaje audiovisual de la visita de Agareso al Bajo Lempa (San Salvador)



El equipo de Agareso llega a La Pita, en el delta que forma el río Lempa en su desembocadura. Islas e islotes de mangle y canales naturales conforman el paisaje de una región en la que los pescadores han iniciado varios proyectos; un tortuguero y un centro de acopio, comercialización y empaque de pescado con el soporte de Asamblea de Cooperación Por la Paz y Coopeación Galega. La zona fue muy afectada hace unas semanas por la tormenta Ágata que provocó importantes inundaciones en la zona.



En el Bajo Lempa la temperatura supera los 35 grados y la humedad más del 85%. La sensación de calor y sopor es muy grande y la zona está plagada de mosquitos y otros insectos. Una situación que afecta al equipo de Agareso que aprovecha el poco tiempo libre para descansar. En el Bajo Lempa hay riesgo de enfermedades como el tifus, el dengue o la malaria cuando las aguas se estancan.



El centro de La Pita fue inaugurado en noviembre del pasado año. Desde entonces, ha comenzado ya a distribuir el pescado por toda la región e incluso, lo lleva directamente casi sacado del mar, al mercado central de San Salvador. Alex, encargado del mantenimiento del centro, nos cuenta el proceso.

Lempa, el río que es de todos


El Salvador.- En el Bajo Lempa, un amplio estero de canales e islas, cinco cooperativas de pescadores se han organizado para manejar de forma sostenible la pesca. Han aplicado vedas en más de 1.000 hectáreas de lámina de agua, han eliminado mallas oscuras que capturaban piezas de escaso tamaño e incluso se han organizado para tratar de concienciar al resto de pescadores sobre malas prácticas. En esa última misión, su éxito fue limitado. La campaña de concienciación llegó incluso a despertar reacciones inesperadas.

Como parte del plan de manejo sostenible, las cooperativas ubicaron una lancha en la bocana del Lempa, a unos metros del Pacífico, para informar a los pescadores de otras áreas sobre las vedas y para echarle un ojo a las mallas que ingresaban en el río. Pero no todos comprendieron la importancia de la regulación de recursos. Por qué cambiar lo que habían hecho toda la vida, se preguntaban algunos. Otros ni siquiera buscaban razonamientos tan elevados. Los pescadores que guardaban la bocana se llegaron a encontrar con que los encañonaban con una 38: “El río no es de nadie”, les argumentaron, arma en mano.

¿No es de nadie el río? Los que estudian las consecuencias de la propiedad en la gestión de los recursos naturales explican que los bienes de libre acceso, los que parecen no ser de nadie, están condenados a la extinción. Sólo la gestión pública o comunitaria, la idea de que los bienes son de todos, garantiza un futuro. Aplicado al Lempa, si los pescadores consideraran que el río es de todos, habría una estricta regulación comunitaria que garantizaría un futuro. Si se piensa que el río no es de nadie, el razonamiento sería otro, algo así como ‘voy a sacar toda la tajada que pueda antes de que lo hagan los demás’.

Cinco cooperativas del Bajo Lempa, con apoyos de la Cooperación Galega a través de la Asamblea de Cooperación por la Paz, han tratado de concienciar a los pescadores de que el río es de todos. “Perdimos dinero y mucho tiempo en la creación de un plan para conservar los recursos naturales, pero hoy ya podemos decir que llevamos años aplicando vedas en el estero y usando mallas legales”, cuenta Cruz Reyes, pescador en la isla de Montecristo. “Comprobamos cómo la pesca va bajando”, explica otro pescador, Miguel Hernández, en isla Colorada, “y pensamos en que igual en un futuro nuestros hijos quieren ser pescadores y también necesitan pesca. Y aunque no quieran ser pescadores, igual no tienen otra alternativa porque aquí no hay más nada salvo la pesca”, reflexiona.

De lo que piensan los pescadores artesanales sobre las vedas públicas o sobre los barcos de pesca industrial, a los que hablan de plantarles fuego, hablaremos en un próximo post.

Texto: Gonzalo Brocos.
Fotografía: Marcos Canosa.

miércoles, 23 de junio de 2010

El ‘Titanic’ de don Beto

El Salvador.- En la Venecia del Lempa la pesca es un arte. Para pescar hacen falta trasmallos y botes y pescadores que los fabriquen. Por eso surgen artistas de la pesca. Don Beto, de la isla de Montecristo, es uno de ellos.

Alberto García, que así es como figura en su DNI, tiene 65 años y es el pescador más veterano del archipiélago. Es menudo, casi frágil, pero sus manos y su piel curtida despejan cualquier duda. Desde niño su vida ha sido la pesca que también ha hecho mamar a sus hijos y a sus nietos. Pero su gran pasión es la construcción de botes de madera, los famosos ‘cayucos’.

“Es un arte que aprendí de mi abuelo”, comenta mientras muestra varias de sus obras. En el mar está un pequeño bote, muy remendado. “Este tiene más de cuarenta años y mira, aún sigue activo”, comenta. A unos metros está otra de sus construcciones. Un gran cayuco de unos cinco metros de largo. “Pero no es el más grande. Este cabía dentro del otro”.

Y es que la gran obra maestra de don Beto la vendió hace ya un par de años. Era un cayuco de once varas y media y 58 pulgadas de ancho (casi nueve metros de largo y más de metro y medio de calado). “Era el Titanic… y todos lo querían”. Lo construyó en una sola pieza de un árbol “enorme” que la corriente dejó varado en una isla cercana. Tardó casi dos meses en construirlo y fue la envidia de la comunidad. Podía transportar un camión de leña

El ‘Titanic’ no duró mucho en sus manos. “Venía mucha gente para comprarlo. Así que un día decidí venderlo”. Le pagaron 23.000 pesos (cerca de 2.500 dólares). Con ese dinero se compró una “lanchita” de fibra que hoy maneja su hijo Chepe.

¿Y qué pasó con el ‘Titanic’?. Don Beto baja la mirada y se entristece. Sus nuevos dueños no eran como el veterano pescador. “Lo maltrataban”. Un día, el cayuco chocó contra unas rocas y se agrietó. Sus dueños no quisieron repararlo. Y ahora, la gran obra de don Beto se consume entre el lodo y el olvido de las aguas del Lempa.

Texto: Xurxo Salgado
Fotos: Marcos Canosa

Los pescadores de tortugas


El Salvador.- El bajo Lempa es una Venecia en potencia con sus canales de agua, sus innumerables islas y su permanente dependencia del agua para vivir. La única diferencia es que el Lempa es una Venecia virgen donde los pescadores son dueños del río y el río es dueño de sus vidas.

Aquí el hombre depende de la naturaleza para vivir y, a veces, la naturaleza es cruel con él. Hace unas semanas, la tormenta tropical Ágata pasó por aquí y anegó comunidades enteras, destruyó infraestructuras básicas e, incluso, cambió el propio paisaje del delta. Hace un año, otra fuerte tormenta modificó en unos trescientos metros la desembocadura natural del río. Donde antes el Lempa se unía con el mar se creó una duna y crecen, ahora, los manglares.

“Es así y no hay forma de cambiarlo”, dice Chepe, un experimentado lanchero que se conoce el delta y los canales como si fueran su casa. Cuando la marea sube, es fácil navegar por el río, pero cuando baja es un ejercicio de ingeniería. “Hay que tener mucho cuidado porque cada tormenta modifica los canales. Quita arena de un sitio y la deposita en otro”.

Lo sabe bien. El Ágata creó nuevos canales, pero casi hace desaparecer otros por la acumulación de sedimentos. El paisaje en el mar es casi de ciencia ficción. La playa desapareció bajo cientos y cientos de toneladas de desechos que trajo la tormenta, principalmente, troncos y madera.

El tortuguero

A la playa llegamos acompañados de Luis, de la ONG Cordes para visitar un tortuguero financiado por la cooperación gallega, y de Miriam, de la Asamblea de Cooperación por la Paz. Chepe nos ha dejado en una orilla de la Isla Colorada. Es muy difícil salir al mar. Así que cruzamos el archipiélago andando y llegamos al mar.

La acumulación de sedimentos en la playa pone en peligro la cría de las tortugas. “Ahora tienen dificultades en hacer sus nidos para enterrar los huevos”, comenta Luis. El tortuguero está cuidado día y noche por dos viveristas que son los encargados de recolectar los huevos que los tortugueros les traen.

“Se trata de evitar su comercio ilegal. Antes, los pescadores recogían los huevos para venderlos y sacarse un sueldo extra, pero esta práctica ponía en peligro la supervivencia de las tortugas”, comenta Oscar, el viverista jefe. Con el nuevo sistema, los pescadores no pierden. La única diferencia es que, ahora, ayudan a conservar la especie.

Depende de la noche

“Si hay una buena noche –las tortugas desovan de noche—puedes alcanzar un buen sueldo”. Por cada nidada, de entre 60 y 110 huevos, un pescador puede conseguir entre 20 y 25 dólares. “Hay buenas noches, e las que puedes conseguir más de 50 dólares, pero hay otras, las que más, que te vas con las manos vacías”.

Además del tortuguero, Cordes ha puesto en marcha una novedosa iniciativa ecoturística y ha formado a varios pescadores locales para que sirvan de guías turísticos. El objetivo es atraer a los turistas que llegan a los lujosos hoteles de la Costa del Sol salvadoreña para que se pasen por el tortuguero, conozcan en que consiste y se tomen un refrigerio. Todo está ya montado para la inauguración de las nuevas instalaciones que consisten en una gran cabaña y otras más pequeñas para disfrute de los turistas. Dentro de unas semanas será la inauguración. Para entonces, los efectos del Ágata ya serán menores.

Texto: Xurxo Salgado
Fotos: Marcos Canosa

martes, 22 de junio de 2010

“Este es un lugar olvidado por los Gobiernos”


El Salvador.- Llegó la tormenta tropical Ágata, unas semanas atrás, y en la isla La Colorada, en el Bajo Lempa (El Salvador), a un par de kilómetros del Pacífico, sumaron 22 días sin pesca. O no había pesca o las olas o la corriente no permitían la salida de los botes. En La Colorada, si no se pesca, no entra plata. Y si no entra dinero, ¿de qué se vive? Las dos cooperativas de pescadores de la isla, Brisas del Sur y Lempa Mar, que se han fortalecido en los últimos años con el apoyo de la Cooperación Galega, a través de la Asamblea de Cooperación por la Paz (ACPP), se plantean la necesidad de diversificar su actividad para lograr ingresos por otras vías alternativas a la pesca.

La creación de viveros para la producción de camarón o de otras especies piscícolas es una de las principales ideas que rondan entre los pescadores: “Sería un vivero compatible con el medio. No habría que talar ni un mangle y nos permitiría otra vía de ingresos”, cuenta Miguel Hernández, de Lempa Mar. Otros pescadores recuerdan que ese proyecto nunca ha logrado apoyos de la administración y aprovechan para culpar al Gobierno de tenerlos en el olvido. “Si no fuera por la cooperación, no sabemos cómo estaríamos”, se escucha.

A los pescadores les gusta agradecer los apoyos recibidos. Los tienen frescos en la memoria. A la Cooperación Galega y a ACPP le agradecen la entrega de dos lanchas por cooperativa, cursos de formación y los apoyos a la planta de transformación de pescado a través de la que comercializan ahora su producción, evitando a los intermediarios. Aprovechan también para plantear más necesidades.

Los escuchamos y agradecemos la atención que nos prestan. Les recordamos también que nosotros sólo elaboramos material periodístico para que su situación se conozca en Galicia, que de nosotros no depende la ayuda que reciben. Esto parece un deja vu de otras escenas vividas en las últimas semanas. Uno tiene la sensación de que en ocasiones la cooperación se identifica con una especie de regalo.

También nos preguntamos qué haríamos nosotros si estuviéramos en la situación de los pescadores, 22 días sin pesca, ni un dólar ingresado, una familia y escasos apoyos sociales del Estado. ¿Cómo sentirse protagonista? ¿Cómo pensar en la sostenibilidad de proyectos, en salir adelante por uno mismo?

Y las comunidades de La Colorada lo intentan. Ana Cecilia, de la cooperativa Lempa Mar, expresa para la cámara que ella antes era tímida y que ahora, gracias en parte a la capacitación recibida, ya no tiene miedo de hablar en público y de expresar lo que piensa. Y plantea, igual que Óscar, de Brisas del Sur, que una alternativa económica a la pesca podría pasar por la promoción de actividades agroganaderas en la isla.

La comunidad pesquera nos habla de que también sería positiva la cría piscícola de pescado y de mariscos. Precisamente Luis, de la ONG local Cordes, contraparte de ACPP, nos cuenta que en unos días iniciarán cursos de capacitación en cría de pescado en cautividad: “El problema de la pesca artesanal en todo el mundo, no sólo en El Salvador, es el agotamiento de los caladeros”, nos explica. “Es un problema estructural, más allá de problemas puntuales”.

Texto: Gonzalo Brocos
Fotos: Marcos Canosa

lunes, 21 de junio de 2010

‘Cuco calidade’


El Salvador.- Si en Honduras visitamos un centro de acopio de pescado aún naciente, que por el momento precisa de los apoyos de la cooperación para cuadrar números, en El Salvador estamos estos días en El Cuco, un centro de acopio creado en 2005 que ya desde hace años se mantiene en números verdes de forma autosostenible, sin apoyos internacionales. La Cooperación Galega, la española y la andaluza colaboran ahora sólo en la mejora de las instalaciones y en la formación de pescadores asociados.

La implantación del centro de acopio de El Cuco, una instalación gestionada por los propios pescadores, agrupados en cooperativa, permite la eliminación de intermediarios en el proceso de comercialización del pescado. Actualmente agrupa a unas 50 embarcaciones. Pero los inicios no fueron fáciles. El gerente del centro, William Melgar, recuerda como en un principio los intermediarios habían tratado de crear alarma y miedo en torno al centro de acopio: “Decían que los españoles nos habían quitado el oro y que ahora con el centro querían también quitarnos las lanchas y los motores. Llegaron a echar hasta tierra de panteón en la instalación, así como forma de brujería.”

La consolidación del centro llegó poco a poco. Primero vinieron a El Cuco pescadores de otras zonas a hablar de cómo funcionaban ellos, pero se convocaban reuniones y poca gente asistía; se llegó incluso a buscar el apoyo de un sociólogo, pero tampoco el asunto prosperaba. Y al final fue el boca a boca, el contacto pescador a pescador, lo que permitió que se fueran difundiendo los beneficios del centro. Los mayores precios que se lograban para el pescado, los apoyos en formación e incluso los apoyos financieros ofrecidos para la compra de equipos se convirtieron en el mejor márketing. Y también la gestión de unas instalación de almacenamiento y procesado propia.

Fue así como el centro llegó a lo que es hoy, una instalación sostenible que constituye una referencia para todo el Golfo de Fonseca. “Muchas veces el problema de los centros de acopio es que tardan mucho en nacer y poco en morir”, valora William.

Rafael Hernández, presidente de la cooperativa de pescadores que gestiona el centro de acopio, recuerda también las dificultades del proceso: “Cuando vine a la primera reunión, antes de que se creara el centro, nadie creía en esto. De aquella se hablaba de un sistema de subasta, no de una gestión en cooperativa, como es ahora, y nadie lo veía viable. Yo además no podía incorporarme en aquel entonces porque no tenía lancha propia. Cuando la tuve, me metí en la cooperativa y éramos entonces unos 28. Ahora somos alrededor de 50 y con el deseo de ir involucrando a más pescadores de la zona. Queremos seguir creciendo”.

La instalación ya planea una mejora del proceso de comercialización a través de una planta de procesado y fileteado de pescado. “Ya tramitamos una marca propia –cuenta William- Cuco calidad”.

Fotos: Marcos Canosa
Texto: Gonzalo Brocos

domingo, 20 de junio de 2010

Los dueños de las olas


El Salvador.- Son las 7.00. y ya hace mucho calor en el Pacífico salvadoreño. Aquí casi no conocen la palabra “frío” y cuando se le menciona, los centroamericanos aseguran que frío hace de noche, cuando la mínima apenas desciende de los 30 grados. Estamos en el Cuco, cerca de la frontera nicaragüense, en mar abierto.

Aquí el mar golpea con fuerza. Parece que quiera comerse la tierra. Las olas llegan seguidas, de a tres y, a veces, de a cuatro. Es tal su fuerza y virulencia que cuesta mantenerse en pie cuando el agua te llega tan sólo a la cintura. Las playas son largas y las palmeras asoman sin timidez hasta la orilla. Si no fuera porque el mar no es completamente azul uno diría que está en el Caribe. Pero, no, El Cuco está en el Pacífico que, aquí, curiosamente, es de todo menos pacífico.

Por eso, en los últimos años se ha convertido en el refugio preferido de surfistas de todo el mundo. Aquí llegan con viaje de ida y vuelta y un paquete contratado por operadoras internacionales que, prácticamente, les aíslan del mundo que rodea las olas que buscan y que aquí superan los cuatro metros.

Estos surferos, gringos, europeos o australianos, no saben que esas olas que intentan dominar ya tienen dueño desde hace muchos años. Y no va vestido de neopreno, ni equipado con las últimas tecnologías del mercado de mar. Son hombres sencillos, menudos pero recios y tenaces, son los pescadores del Cuco.

Controlando las olas

Francisco González, Francisco Salgado y Alfredo son parte de esos superhombres sencillos que cada día combaten las olas y dominan el mar. Su trabajo les cuesta. A veces, hasta diez o quince minutos tarden en salir de la orilla a la espera de que las olas amainen y poder así volar, con el motor al máximo, por encima de ellas.

Los acompañamos en su día de pesca. Pertenecen al centro de acopio de El Cuco, un centro que surgió con la cooperación gallega, andaluza y española. Nos sacan con todo el cuidado que el mar les permite, con golpes de olas por babor y estribor, pero nos sacan. Y ya en mar adentro, a una milla y media de la costa, comenzamos a recorrer esa costa en dirección norte, buscando buena pesca.

Navegamos seis millas, siempre vigilando las olas, que aquí se forman, y corren raudas y desenfrenadas a la orilla. Echamos las redes, más de 500 metros, y luego, una vez acabado el trabajo, echamos ancla y esperamos una hora. “Es el tiempo que dejamos las mallas”, apunta Alfredo, el más veterano de todos. Los otros, muy jóvenes, dejan que sea el quien hable primero, pero luego se sueltan y nos cuentan las durezas del mar, las interminables jornadas de pesca y lo sacrificado de un trabajo que se ha pasado de padres a hijos y de abuelos a nietos. “Lo único que espero es que mi hijo pueda trabajar en mejores condiciones de las que yo lo hago”, comenta uno de los franciscos, el más delgado y menudo.

Trabajan más de doce horas seguidas, de cinco de la mañana a cinco de la tarde, prácticamente sin comer ni beber y con la esperanza de tener una buena jornada. Las buenas, dicen ellos, son la de menos, pero cuando llegan, es como una fiesta. “Yo el otro día saqué 14 libras (siete kilos) de camarón y, entre la pesca que agarré, gané casi 100 dólares”, dice el francisco aguerrido y más hablador. Descontando el combustible, ese día se hizo con cerca de 60 dólares. Una fortuna para un pescador que por marea puede sacar no más de 20 dólares y, a veces, ni para pagar la gasolina.

Seis camarones

Y el ejemplo llega después. Sacamos las redes y el recuento final sólo reporta seis camarones que no llegan a la libra (medio quilo) y dos libras (un quilo de pescado), un producto que en el mercado estaría en poco más de 10 dólares. Si descontamos el combustible de la mañana, 8 dólares, las ganancias del día serían de dos dólares. Un sueldo ridículo en los tiempos que corren.

Recogemos el ancla y los aparejos y nos volvemos. A lo lejos, los surfistas nos contemplan con curiosidad y siguen a lo suyo, a intentar dominar las olas. “Mira los gringos como quieren agarrar las olas, que se vengan, que nosotros les enseñamos”, comenta Alfredo. Por lo menos, tienen el consuelo de seguir siendo los dueños de las olas.
Fotos: Marcos Canosa
Texto: Xurxo Salgado

Galicia llegó a El Cuco



Willian Rodríguez, el coordinador del Centro de Acopio de El Cuco, en Honduras, nos cuenta como la cooperación gallega ha ayudado a los pescadores locales. Este centro ha recibido ayuda de la Xunta de Galicia, de la Aecid y de la Junta de Andalucía.

sábado, 19 de junio de 2010

Agareso Radio - "Un centro de acopio es un avance y benefecio para el pescador artesanal"

Honduras.- Entrevista a Roger Álvarez, responsable del centro de acopio de El Coyolito (Honduras); unas instalaciones creadas con los esfuerzos de la cooperación internacional procedente del AECID y Cooperación Galega.

La apertura y puesta marcha de un centro de acopio significa nuevos avances para garantizar la comercialización equitativa del producto para beneficio de los pescadores artesanales de Centroamérica. Permite a estos profesionales operar con precios ya fijados desde las lonjas y, en definitiva, marcar con autonmía la tendencia en la cadena de venta del pescado. Desde esta comunidad se trabaja por sumar que más pescadores puedan aprovechar este recursos como una herramienta de desarrollo en este sector primario.

Entrevista de Gonzalo Brocos

CANAL 0,7 -TV: Reportaje audivisual de la visita de Agareso a Honduras

El equipo de Agareso llega a la isla de Amapala, en Honduras. Allí se dirige a la comunidad de Playa Grande para entrvistar a su líder y a una serie de pescadores locales. El principal medio de locomoción es el llamado "moto-taxi", un veículo concebido para dos-tres personas, en el que llegan a viajar hasta doce. Nosotros somos seis.



En San Lorenzo visitamos a Jorge Varela, presidente de Codeffagolf (Comité de Defensa de la Flora y Fauna del Golfo de Fonseca), que destaca los principales problemas medioambientales a los que se enfrenta el Golfo de Fonseca, sobre todo, provocados por la situación política provocada después del golpe de estado en Honduras de hace un año.



En este video, Carlos Alberto Andara, coordinador del Proyecto de Desarrollo Pesquero del Golfo de Fonseca, financiado por la Aecid y Cooperación Galega, nos cuenta los principales problemas pesqueros del Golfo de Fonseca.



Finalmente, llega Xabier Vázquez Pumariño, técnico de la empresa Proxectos, contratada por la Xunta para evaluar los proyectos de Cooperación Galega en Centroamérica, a El Coyolito, también el Golfo de Fonseca. Allí nos reunimos con él y nos relata cuales son los principales retos de su trabajo.

Montaje: Xurxo Salgado

viernes, 18 de junio de 2010

‘Es mejor que el hombre trabaje y que la mujer se ocupe de la casa’


Honduras.- En Centroamérica, la exclusión y discriminación de la mujer se palpa en el ambiente. Honduras, a tenor de las encuestas, ocupa la punta de lanza. Hasta un 60 por ciento de la población se muestra de acuerdo con la valoración ‘Es mejor que el hombre trabaje y que la mujer se ocupe de la casa’, según la encuesta Latinobarómetro 2009. En las comunidades pesqueras, las propias mujeres no tienen muchas dudas a la hora de calificar de “machistas” a los hombres.

Lo dijeron hoy mujeres de Cedeño y de otras partes del Golfo de Fonseca en una reunión (en la foto) que mantuvieron representantes de las comunidades y de instituciones con un evaluador independiente de proyectos contratado por la Cooperación Galega. El evaluador, Xavier Vázquez, se interesó, entre otras cuestiones, por la situación de las mujeres en las comunidades y por si encontraban problemas para participar en los programas de formación de la pesca artesanal financiados por la Xunta de Galicia.

Las respuestas de las mujeres, hasta las que querían transmitir sensación de normalidad, hablan por sí mismas: “Los esposos nos dan libertad para que vayamos a los cursos. Ahorita no hay problemas”, cuenta una.

Otra, que se declara a sí misma como “no sumisa”, considera que los cursos de formación pueden contribuir a un avance en la autonomía de las mujeres, ayudando a ganar espacios: “Para la mayoría de las mujeres no hay problema en asistir a los cursos. Lo que sería impensable sería decirle al esposo que tenemos que dormir fuera de casa por un tema de un curso, pero mientras regresemos a la noche, no hay problema”, explica una pescadora de Cedeño. “En mi comunidad hay dos mujeres que sí tienen problemas y una de ellas hasta para ir a la pulpería (tienda de ultramarinos) tiene que pedirle permiso al hombre. Se deben pensar que se la va a ‘pegar’ con otro.”

Un hombre toma también la palabra para plantear la necesidad de reducir la discriminación de la mujer. La situación de Honduras no es única en Centroamérica. En Nicaragua, el presidente de la Federación Nicaragüense de Pescadores Artesanales, Cairo Laguna, recuerda problemas similares. “En una ocasión, una mujer me decía por teléfono que su marido no le permitía asistir al curso, así que le dije, ‘pasámelo’. Me lo puso al teléfono y le invité a asistir al curso con la mujer: ‘Venite también al curso, para que veás que no pasa nada, que no os la va a ‘pegar’ con otro. Después, cuando llegaron, los separé. A las mujeres las mandé para un cuarto y a los hombres para otro. Y a los hombres los hice rabiar: ‘Ahora os la están pegando con otro’. Para que aprendan”.

Texto: Gonzalo Brocos.
Fotografía: Marcos Canosa.

Y llego el “temido” evaluador


Honduras.- Hoy tocaba jornada de evaluación en El Coyolito (Honduras). Y allí se reunieron casi 20 personas entre pescadores, personal de las instituciones hondureñas, ospesca y miembros de ONG´s.

El grupo de evaluación lo encabeza Xabier, técnico de la empresa Proxectos, contratada por la Xunta, y José Daniel Rodríguez, el coordinador del Profopac. El ambiente es distendido pero los pescadores están tensos. Tendrán que responder a preguntas sobre los resultados de los proyectos financiados por la Xunta.

La primera parada de todo el grupo es la lonja del Coyolito, un proyecto financiado por la Aecid y Cooperación galega que, tras año y medio de funcionamiento, comienza a dar sus resultados. Se ha roto la primera barrera; la de la concienciación social. Ahora se está intentando romper la segunda; la de la comercialización. Pero los pescadores y la propia lonja tienen un duro enemigo enfrente, los intermediarios, a los que no les ha hecho ninguna gracia los proyectos de cooperación.

Tras conocer el centro, el grupo se traslada en lancha hacia la cercana isla de Amapala. Allí, en la misma orilla, espera una pescadora de una de sus comunidades. El grupo está integrado por pescadores de Cedeño, la Unión y la propia Amapala. Se instalan en un cercano restaurante y comienzan las preguntas del evaluador. “¿Qué valoración hacen de los cursos del Profopac?, ¿qué beneficios y mejoras les ha reportado?, ¿qué otros cursos les gustaría recibir?, ¿qué esperan para el futuro?, ¿qué problemas han detectado en el golfo? o ¿cual es el papel de la mujer en las comunidades pesqueras?”.

“Vivimos mejor”


Los pescadores titubean al principio y se lanzan después. Pierden la vergüenza y el medio y comienzan a recitar, casi de memoria, lo que les ha reportado estos cursos; sobre todo, aprender a comercializar y conservar el pescado y nociones básicas de primeros auxilios. “Ahora pescamos mejor y vendemos más”, apunta una mujer de Cedeño. “Tenemos más instrucción”, agrega un segundo. Y una tercera mujer subraya que, tras recibir los cursos, su vida, la de su familia e, incluso, la de sus amigos, ha cambiado mucho y recuerda una anécdota. “Hace poco tuvimos un incendio. Nadie sabía qué hacer y allí nos vinieron a avisar a mi y a los otros dos que hicimos los cursos para practicar los primeros auxilios”.

Y puestos a pedir, piden más cursos sobre mecánica de motores y reparación, capacitación y gestión empresarial y transformación de productos pesqueros. Ellos mismos son conscientes de la necesidad de profesionalizar su trabajo y ser “competitivos” y, aunque les duele admitirlo, reconocen que los principales problemas a los que se enfrentan es conservar los propios recursos pesqueros porque no se respetan las vedas y la deforestación de los manglares.

Xabier destaca que los cursos están siendo eficaces pero destaca la necesidad de que se rentabilicen los recursos pesqueros y se evite la sobreexplotación de la pesca. En este sentido, subraya que los cursos del Profopac intentan incidir en la formación y en la concienciación del papel de las mujeres en las comunidades pesqueras.

Foto: Marcos Canosa
Texto: Xurxo Salgado

La Honduras post - Golpe


Honduras.- Honduras vive aún sobre los rescoldos del golpe de Estado del 2009. En teoría, la democracia se reimplantó meses atrás. Las noticias del día a día, sin embargo, apuntan a un clima totalitario de impunidad. Ocho periodistas cayeron asesinados en los últimos meses. Y estos días la radio habla de la muerte de un ex – ministro. Decía también que habían agarrado a su asesino pero que éste se había fugado después. A los hondureños que compartían escucha con nosotros no les extrañaba ni el asesinato ni la posterior detención y fuga del asesino. “Esto es la impunidad total”, dice uno. “¿A usted le parece normal eso de que se detenga y luego se fugue el asesino? Pues aquí es lo más fácil”, completa otro.

De camino a un encuentro con pescadores, nos hablan también de la militarización y cierre de una radio comunitaria en Zacategrande, un terreno que reclama como propio un terrateniente, con documentos de dominio útil otorgados por el Gobierno. Viven allí cientos de campesinos y pescadores que se oponen a lo que entienden como usurpación de la propiedad de sus tierras.

Las organizaciones sociales acusan al Gobierno de apoyar a los ricos. En el terreno de la pesca artesanal, eso se traduce en apoyos a las industrias camaroneras: “En Honduras tuvimos un presidente, Ricardo Maduro, que era propietario de una industria camaronera. Y también varios ministros. Y también ministros propietarios de minas”, repasa Jorge Varela, presidente de Codeffagolf (Comité de Defensa de la Flora y Fauna del Golfo de Fonseca).

Del actual Gobierno, Codeffagolf no espera nada bueno . “En los últimos meses incluso nos intentó quitar la personalidad jurídica, pero no lo consiguió gracias a la presión internacional”, apuntan.

Cooperación del Norte – ONGs del Sur

Con financiación pública no cuentan ni se la espera. Codeffagolf opera en base a financiación internacional. La organización plantea la necesidad de mayores apoyos de la cooperación del Norte para fortalecer institucionalmente a las ONGs del Sur, como la propia Codeffagolf: “Por la Declaración de París, las ONGs del Norte, además de desarrollar proyectos en el Sur en colaboración con nosotros, tienen que destinar un 10 por ciento de la financiación a fortalecer a sus contrapartes del Sur, a las ONGs del Sur. Pero nosotros tenemos proyectos con 5 ONGs del Norte y sólo una aporta la cuantía correspondiente. Con otras recibimos también alguna aportación o colaboración, pero creemos que no es lo justo.”

Para el Comité de Defensa del Golfo, se hace necesario que las ONGs del Norte escuchen a las del Sur a la hora de diseñar proyectos y que también las apoyen con financiación: “Vemos como una cierta forma de esclavismo que ustedes vengan a desarrollar proyectos en el Sur pero no colaboren con nosotros, que no se comprometan con el fortalecimiento institucional de las ONGs del Sur”, apunta Jorge Varela. “Si nosotros tuviéramos más fondos, haríamos más labor de concienciación con los pescadores, los movilizaríamos ante los gobiernos, pero sin fondos, nuestra actividad se ve muy limitada”.
Foto: Marcos Canosa
Texto: Gonzalo Brocos

jueves, 17 de junio de 2010

“El pan nuestro de cada día”


Honduras.- La pesca es rica, pero no abundante, en el Golfo de Fonseca. Por eso, los pescadores, además de ser hombres de mar también son hombres de tierra. Pero sólo los más afortunados. Los otros, la gran mayoría, no dispone de fincas que trabajar porque la mayor parte de la tierra está en manos de terratenientes.

Simón y Valentín son de los pocos afortunados que pueden compaginar la pesca con la agricultura en la isla de Amapala. No es mucha extensión pero suficiente para cubrir las necesidades del verano. En Centroamérica sólo hay dos estaciones; verano e invierno. Y se aprovecha esta última para cultivar todo lo que se consumirá durante el verano, en la que, prácticamente no llueve.

Ahora es época de invierno. Llueve habitualmente, en algunas ocasiones con virulencia, pero el calor no cesa y la humedad es asfixiante. Unas condiciones que, sin embargo, ayudan a algunos cultivos, principalmente, el maíz. Precisamente, este cereal es el rey de la isla y, casi el único producto agrario que se cultiva, con la excepción de los frijoles.

“No da para mucho pero sirve para que nos alimentemos durante el verano”. Valentín García lleva desde que nació cultivando las tierras que heredó de sus padres. Pero lo de la agricultura es casi por necesidad. Por eso recalca que es un pescador que, en sus tiempos libres, los dedica al cuidado del maíz.

Aprender a cultivar

Nos lleva a su finca, en lo alto del pueblo, a las faldas del cerro –un antiguo volcán—que domina Amapala. El maíz crece con regocijo y en un par de meses estará listo para ser recogido. A Valentín lo acompaña Francisco García, también pescador artesanal.

“Es muy duro el cultivo. Todo se hace a mano, sin animales, porque esto tiene mucha pendiente y hay muchas piedras, así que se van haciendo surcos en la tierra y cultivando el maíz”. Francisco, que tiene mucha facilidad de palabra, no duda en preguntarnos por los cursos de capacitación agraria que se dan en España. “Es que a nosotros no nos vendría nada mal aprender ciertas técnicas agrarias y forestales”.

Y lleva razón. El principal problema de Centroamérica es la contaminación y la deforestación. Tampoco hay cultura del reciclaje, ni medios, ni materiales. Por eso, no se duda en cortar árboles y manglar para crear campos de cultivo que rompen el ecosistema. Los pescadores son conscientes de ello, tanto en el mar, como en la tierra, y por eso insisten en reclamar a las ONG`s y a sus gobiernos la puesta en marcha de proyectos de sensibilización. Pero mientras llegan esos planes ellos tienen que vivir y si la pesca no les da, recurren al maíz, su pan de cada día.

Foto: Marcos Canosa
Texto: Xurxo Salgado

“En Honduras necesitamos inversionistas, pero que no hagan daño”


Honduras.- En los años ochenta y noventa, las piscinas de cría de las industrias camaroneras arrasaron en Honduras con 20.000 hectáreas de humedales, principalmente manglares, un ecosistema de bosque sobre agua salada, y lagunas. En torno al 2000 la lucha de pescadores y ambientalistas contra la destrucción de humedales culminó con la declaración de áreas protegidas y con restricciones a actividades industriales o extractivas en esas áreas. Esa situación cambió con el Golpe de Estado de 2009.

La ONG local Codeffagolf (Comité de Defensa de la Flora y Fauna del Golfo de Fonseca), que trabaja en proyectos pesqueros como contraparte de Amigos da Terra, critica a los golpistas por la derogación de las restricciones a industrias y actividades extractivas. Del actual Gobierno, reconocido como democrático por parte de la comunidad internacional, la organización exige la anulación de las disposiciones de los golpistas.

Codeffagolf, constituido con una fuerte base de pescadores artesanales, inició su actividad hace más de dos décadas en defensa de los manglares, áreas de cría de peces, y para tratar de erradicar las extracciones de larva de camarón del mar con destino a la industria. “Con la larva de camarón se capturaban todo tipo de larvas. Después, ya en la camaronera, le echaban un químico al agua que mataba todas las larvas menos la de camarón, que era introducida en las piscinas camaroneras”, recuerdan los pescadores.

Aquel desarrollo camaronero se mantiene en la actualidad, con otras prácticas, de la mano de empresas como Granjas San Bernardo, El Faro o Pescanova, esta última con unas 3.000 hectáreas en Honduras. Tanto los pescadores como las ONGs implicadas en la promoción de la pesca sostenible cuestionan los efectos ambientales de las camaroneras y plantean la necesidad de un desarrollo más limpio. “El Gobierno sólo apoya a los ricos” -se arranca un pescador en Amapala- “En Choluteca, un grupo de 50 pescadores se puso delante de un tractor que iba a arrasar un manglar para ampliar una camaronera. Cuando fue de aquello, la policía les dijo que ellos tenían orden de proteger a los inversionistas, no a los pescadores. En Honduras necesitamos inversionistas, pero inversionistas que no hagan daño”.

Codeffagolf, integrante de la Red Manglar Internacional, ha participado en encuentros multilaterales en los que ha dialogado con las industrias camaroneras en un intento de llegar a acuerdos. De momento, los resultados, escasos. “De nada vale que la UE se gaste la plata en convenios internacionales si luego no exige garantías medioambientales para las importaciones de camarón. No sólo eso, sino que además, con la eliminación de aranceles al camarón (por el Acuerdo de Asociación Centroamérica – UE), se está impulsando la expansión de la industria camaronera en Centroamérica”, valora el presidente de Codeffagolf, Jorge Varela.

Las negociaciones entre todas las partes para implantar una certificación de calidad sobre la cría de camarón no han llegado por el momento a puerto. Las organizaciones civiles del Sur reclaman compensaciones por los daños ambientales ya causados. “Nuestra lucha es una lucha a favor de toda la humanidad”, explica Jorge Varela. “Los manglares constituyen un ecosistema de importancia en la mitigación del efecto invernadero por su papel en la absorción de dióxido de carbono”.
Foto: Marcos Canosa
Texto: Gonzalo Brocos

Los temores de Simón



Honduras.- Cae la tarde en Amapala y llueve insistentemente. En el local de acopio de Playa Grande nos espera Simón Benegas, el líder de la comunidad local. Está esperando el regreso de los pescadores de la cooperativa. Hoy sólo han salido tres “pangas” (lanchas) de las 18 que tiene la cooperativa.

“Nuestro principal problema es vender el producto”, apunta Simón. Otro veterano pescador, Francisco, se incorpora también a la conversación. Y es que en la isla de Amapala los problemas de los pescadores son muy diferentes a los de sus vecinos nicaragüenses de la isla de Ometepe. Allí pedían medios y aquí piden mercados.

En Amapala hace tiempo que si hicieron con buenas lanchas de fibra y motores de 15 y 40 caballos. Material muy necesario y casi imprescindible en unas aguas bravas que miran a mar abierto. Tuvieron ayuda de la cooperación española y gallega y la aprovecharon al máximo.

Ahora, su próximo objetivo, es mejorar los canales de distribución y comercialización del pescado, evitar los intermediarios y vender el producto directamente. Por eso, trabajan conjuntamente con la Lonja del Coyolito, en el continente, para mejorar la distribución.

Amenazas

El nuevo sistema no gusta a los intermediarios que ya han lanzado varias advertencias. “No me extrañaría que incluso me mandaran matar. Que entren las mafias y acabe muerto”. Sus temores son justificados. En los noventa, varios líderes de pescadores fueron asesinados por liderar las protestas contra la instalación de grandes industrias camaroneras en la zona.

A pesar de todo, Simón y los suyos no ceden. Es más, insisten en mejorar sus condiciones. “Ellos quieren amarrarnos. Tenernos siempre bajo sus pies pero conmigo no pueden”. Por eso, conjuntamente con Amigos de la Tierra, han presentado una nueva propuesta a la cooperación gallega para comprar un camión-frigorífico y vender directamente el producto en los mercados de Tegucigalpa. Las capturas son buenas. Su comunidad aporta entre 700 y 1.000 libras diarias (350 y 500 kilos) de pescado.

Varias lanchas se asoman en el horizonte. Simón y Francisco interrumpen la charla. Llegan sus compañeros y hay que descargar, limpiar y preparar el pescado para que sea recogido por el personal de la lonja.

Texto: Xurxo Salgado
Fotos: Marcos Canosa

miércoles, 16 de junio de 2010

Las aguas de la discordia


Honduras.- El Golfo de Fonseca es una hermosa bahía que comparten Nicaragua, Honduras y el Salvador. La pesca es rica y abundante pero los tres países no se ponen de acuerdo sobre los límites territoriales de sus aguas.

Por eso, no es extraño que los pescadores critiquen a unos u otros gobiernos en función de su país de procedencia. Los nicaragüenses acusan a los hondureños de pescar ilegalmente en sus aguas, no respetar las vedas y utilizar dinamita. Los hondureños, por su parte, critican a sus vecinos por hacer lo mismo y por utilizar a la guardia costera para hostigarlos.

Los enfrentamientos vienen de lejos. Por eso, los tres países decidieron llevar la cuestión al Tribunal de La Haya que dictó que a cada estado le corresponden tres millas náuticas y las trece restantes son de libre uso para los pescadores. Pero ni unos ni otros lo respetan.

Los hondureños juegan en desventaja ya que su franja costera al pacífico es minúscula en comparación con sus dos vecinos que, según ellos, se aprovechan de esta situación. Y es que tanto Nicaragua como El Salvador dominan las aguas exteriores del golfo y, por lo tanto, Honduras se queda sin salida natural al mar. Una situación que irrita a sus pescadores que denuncian el “acoso constante” de las patrulleras salvadoreñas y nicaragüenses.

Multas y muertes

De los salvadoreños no hay queja. “Son pacíficos y si nos apresan luego nos devuelven todo”. Simón Banegas es el líder de la comunidad pesquera de Playa Grande, en la isla de Amapala, en Honduras. Si con los salvadoreños es benévolo, con los nicaragüenses no se corta un pelo. “No respetan los tratados de la Haya. Están viendo de cazarnos no más salimos de las tres millas. Y estos, te hacen pagar 300 dólares y se quedan con los trasmallos. Allá hacen ellos negocio”. Pero no sale mejor parada su guardia costera. “Les llamamos los guarda muelles porque no salen de los muelles, mientras que los otros andan todo el día de patrulla”.

Tampoco los nicaragüenses ahorran críticas contra sus vecinos. “Son unos vivos. No más buscan la manera de sacar tajada. No respetan las vedas y vienen a nuestras aguas a pescar. El problema es que no tienen salida natural al pacífico y quieren agarrarla con trampas”, asegura José, un pescador de Potosí.

La tensión se rebajó un poco pero tuvo que haber muertos para que los gobiernos se tomaran en serio las quejas de los pescadores. Hace unos meses, un pescador hondureño murió cuando su embarcación fue embestida por una patrullera de Nicaragua. Desde entonces, los controles no son tan exhaustivos y los tres gobiernos se han comprometido a buscar una solución dialogada al problema.

Unión regional

Pero los hondureños no quieren esperar más. Por eso, desde hace unos meses negocian para crear una “Unión Regional” con el objetivo de que el Estado hondureño “los respete y los escuche”. Son 29 grupos que integran a más de 800 pescadores. Todo un reto organizativo en un país que lleva casi un año paralizado por las tensiones políticas provocadas tras el golpe de estado contra el gobierno de Zelaya. “Ya no queremos ser pacifistas. Nos exigen mucho pero no nos dan nada”, dice Simón.

“Pero esto no es contra nuestros hermanos pescadores de El Salvador y Nicaragua. Esto es contra los gobiernos que están sordos. Nosotros nos hemos llevado bien siempre. El problema es político”. Una opinión que también comparten en Nicaragua y en El Salvador. Y es que, a pesar de la tensión, todos saben que el Golfo de Fonseca sirve de sustento a todos, a pesar de que sus aguas, por ocasiones, se conviertan en discordia.

Fotos: Marcos Canosa.
Texto: Gonzalo Brocos.

Ahogados en la arena


Honduras.- En el Golfo de Fonseca, el pescador se ahoga al llegar a la arena. En el mar, el pescador sabe, el pescador pesca, el pescador manda; pero al abordar la playa, pierde todo poder. El que sabe, el que pesca y el que manda es el intermediario: “Si querés, le llevo el pescado a este precio. Y si no, vea usted lo que hace con el pescado”.

A ese intermediario, los pescadores le llaman acopiador. O también acaparador, un nombre que parece apuntar a un reconocimiento de que “nos están chingando”. “Son los que se llevan el beneficio del pescado. Llegás a Coyolito (el puerto de entrada al continente) y los ves allí con sus carros último modelo”, cuentan los pescadores de la isla de Amapala, en Honduras.

Si dos más dos fueran cuatro, uno pensaría que lo lógico sería que los pescadores se unieran para vender en conjunto y saltarse a los intermediarios. “¿No se da cuenta de esto el pescador?”, le preguntamos a Simón Banegas, líder de uno de los pocos grupos organizados que luchan por buscar alternativas de comercialización. “El pescador sabe que lo están chingando”, nos contesta, “pero no es tan fácil cambiar las cosas”. “Hay que conocer al pescador y hay que usar la metodología correcta”, plantea. Nos sentamos entonces con Simón para platicar unas horas sobre cómo va la pesca en Playa Grande, la comunidad de pescadores en la que vive, en la isla de Amapala. Y en especial, de los intentos de un grupo de 17 pescadores, que Simón lidera, por romper el monopolio de los intermediarios.

En Coyolito, a diez minutos en panga de la isla Amapola, funciona un centro de acopio para toda la región. Ese centro de acopio, similar a muchos otros de Centroamérica, trata de constituirse en una alternativa de comercialización a los acaparadores. La puesta en marcha del centro, construido en colaboración con la cooperación española, posibilita desde hace 16 meses otra vía de venta. La consecuencia, una subida del precio del pescado en toda la zona, tanto para los pescadores que venden al centro de acopio como para los que continúan trabajando con los intermediaros.

Siguiendo la misma lógica del dos más dos son cuatro, parecería que los pescadores tendrían que volcarse con el centro de acopio. Pero no. La realidad es que son pocos los grupos que se han implicado con el centro de acopio. Hasta el punto de que su sostenibilidad no está garantizada por el momento. Simón tiene claro lo que sucede. “A los acopiadores no les conviene el centro de acopio, pero nosotros no vamos a aflojar venga lo que venga”, cuenta. “A mí me quieren endulzar los intermediarios. Me vienen y ahorita me ofrecen a veces más precio del que me paga el centro de acopio. Pero no vamos a aflojar”, se afirma. “Un día me llegó un socio y me dice: ‘Le voy a vender este pescado al acaparador’. Yo le dije: ‘Adelante, pero acordate de cuando este pescado el acaparador no te lo compraba a 9 pesos, como ahora, sino que te lo compraba a 5’. Entonces no dijo nada. Me vino a entregar el pescado y nunca volvió a hablar de venderle al acaparador”.

La clave de por qué no funciona el centro de acopio, Simón la busca en los mecanismos de comercialización a los que están acostumbrados los pescadores. “Al pescador le gusta llegar a la arena, vender el pescado, recibir el dinero y desentenderse. Que el acopiador se ocupe del hielo y que se ocupe también de suministrarle gasolina para volver al mar al día siguiente. Que si necesita unas redes, el acaparador se las financie. Y con el centro de acopio, cambia todo”, cuenta Simón. “En nuestro grupo, yo me ocupo personalmente de financiar hielo (para conservar el pescado en tanto no va al centro de acopio) y gasolina, pero se debería buscar una forma para que fuera el centro de acopio el que pudiera financiar a los grupos. Si los grupos no tienen vías de financiación, seguirán con el acaparador”.

Dicho de otra forma, “el centro de acopio debería copiar una metodología de trabajo similar a la que utilizan los acopiadores”, plantea Alcides Rodríguez, de Amigos da Terra, Ong que en los últimos años, en colaboración con la organización local Coddefagolf, ha formado a los pescadores de Amapola en cuestiones de comercialización del pescado. “Cuando llegó el tema del centro de acopio aquí”, cuenta Alcides, “tenían en mente implantar una metodología de subasta similar a la de España, pero se dieron cuenta de que no era posible y han tenido que ir adaptándose poco a poco”.

Para el administrador del centro de acopio, Roger Álvarez, la sostenibilidad del servicio estaría garantizada si hubiera tres o cuatro grupos como el de Simón Banegas: “Para nosotros es el grupo modelo y también tengo que decir que es el grupo que mejor cobra el pescado en esta zona del Golfo de Fonseca”, sostiene. “El centro tiene que ir poco a poco. Sólo tiene 16 meses”, cuenta Roger. “Ya tenemos más grupos que se van interesando, en buena medida porque Simón les cuenta cómo le va con el centro o porque ellos se van enterando”, apunta. “Soy optimista sobre el futuro”.

Texto: Gonzalo Brocos.
Fotografía: Marcos Canosa.