Honduras.- En el Golfo de Fonseca, el pescador se ahoga al llegar a la arena. En el mar, el pescador sabe, el pescador pesca, el pescador manda; pero al abordar la playa, pierde todo poder. El que sabe, el que pesca y el que manda es el intermediario: “Si querés, le llevo el pescado a este precio. Y si no, vea usted lo que hace con el pescado”.
A ese intermediario, los pescadores le llaman acopiador. O también acaparador, un nombre que parece apuntar a un reconocimiento de que “nos están chingando”. “Son los que se llevan el beneficio del pescado. Llegás a Coyolito (el puerto de entrada al continente) y los ves allí con sus carros último modelo”, cuentan los pescadores de la isla de Amapala, en Honduras.
Si dos más dos fueran cuatro, uno pensaría que lo lógico sería que los pescadores se unieran para vender en conjunto y saltarse a los intermediarios. “¿No se da cuenta de esto el pescador?”, le preguntamos a Simón Banegas, líder de uno de los pocos grupos organizados que luchan por buscar alternativas de comercialización. “El pescador sabe que lo están chingando”, nos contesta, “pero no es tan fácil cambiar las cosas”. “Hay que conocer al pescador y hay que usar la metodología correcta”, plantea. Nos sentamos entonces con Simón para platicar unas horas sobre cómo va la pesca en Playa Grande, la comunidad de pescadores en la que vive, en la isla de Amapala. Y en especial, de los intentos de un grupo de 17 pescadores, que Simón lidera, por romper el monopolio de los intermediarios.
En Coyolito, a diez minutos en panga de la isla Amapola, funciona un centro de acopio para toda la región. Ese centro de acopio, similar a muchos otros de Centroamérica, trata de constituirse en una alternativa de comercialización a los acaparadores. La puesta en marcha del centro, construido en colaboración con la cooperación española, posibilita desde hace 16 meses otra vía de venta. La consecuencia, una subida del precio del pescado en toda la zona, tanto para los pescadores que venden al centro de acopio como para los que continúan trabajando con los intermediaros.
Siguiendo la misma lógica del dos más dos son cuatro, parecería que los pescadores tendrían que volcarse con el centro de acopio. Pero no. La realidad es que son pocos los grupos que se han implicado con el centro de acopio. Hasta el punto de que su sostenibilidad no está garantizada por el momento. Simón tiene claro lo que sucede. “A los acopiadores no les conviene el centro de acopio, pero nosotros no vamos a aflojar venga lo que venga”, cuenta. “A mí me quieren endulzar los intermediarios. Me vienen y ahorita me ofrecen a veces más precio del que me paga el centro de acopio. Pero no vamos a aflojar”, se afirma. “Un día me llegó un socio y me dice: ‘Le voy a vender este pescado al acaparador’. Yo le dije: ‘Adelante, pero acordate de cuando este pescado el acaparador no te lo compraba a 9 pesos, como ahora, sino que te lo compraba a 5’. Entonces no dijo nada. Me vino a entregar el pescado y nunca volvió a hablar de venderle al acaparador”.
La clave de por qué no funciona el centro de acopio, Simón la busca en los mecanismos de comercialización a los que están acostumbrados los pescadores. “Al pescador le gusta llegar a la arena, vender el pescado, recibir el dinero y desentenderse. Que el acopiador se ocupe del hielo y que se ocupe también de suministrarle gasolina para volver al mar al día siguiente. Que si necesita unas redes, el acaparador se las financie. Y con el centro de acopio, cambia todo”, cuenta Simón. “En nuestro grupo, yo me ocupo personalmente de financiar hielo (para conservar el pescado en tanto no va al centro de acopio) y gasolina, pero se debería buscar una forma para que fuera el centro de acopio el que pudiera financiar a los grupos. Si los grupos no tienen vías de financiación, seguirán con el acaparador”.
Dicho de otra forma, “el centro de acopio debería copiar una metodología de trabajo similar a la que utilizan los acopiadores”, plantea Alcides Rodríguez, de Amigos da Terra, Ong que en los últimos años, en colaboración con la organización local Coddefagolf, ha formado a los pescadores de Amapola en cuestiones de comercialización del pescado. “Cuando llegó el tema del centro de acopio aquí”, cuenta Alcides, “tenían en mente implantar una metodología de subasta similar a la de España, pero se dieron cuenta de que no era posible y han tenido que ir adaptándose poco a poco”.
Para el administrador del centro de acopio, Roger Álvarez, la sostenibilidad del servicio estaría garantizada si hubiera tres o cuatro grupos como el de Simón Banegas: “Para nosotros es el grupo modelo y también tengo que decir que es el grupo que mejor cobra el pescado en esta zona del Golfo de Fonseca”, sostiene. “El centro tiene que ir poco a poco. Sólo tiene 16 meses”, cuenta Roger. “Ya tenemos más grupos que se van interesando, en buena medida porque Simón les cuenta cómo le va con el centro o porque ellos se van enterando”, apunta. “Soy optimista sobre el futuro”.
Texto: Gonzalo Brocos.
Fotografía: Marcos Canosa.
A ese intermediario, los pescadores le llaman acopiador. O también acaparador, un nombre que parece apuntar a un reconocimiento de que “nos están chingando”. “Son los que se llevan el beneficio del pescado. Llegás a Coyolito (el puerto de entrada al continente) y los ves allí con sus carros último modelo”, cuentan los pescadores de la isla de Amapala, en Honduras.
Si dos más dos fueran cuatro, uno pensaría que lo lógico sería que los pescadores se unieran para vender en conjunto y saltarse a los intermediarios. “¿No se da cuenta de esto el pescador?”, le preguntamos a Simón Banegas, líder de uno de los pocos grupos organizados que luchan por buscar alternativas de comercialización. “El pescador sabe que lo están chingando”, nos contesta, “pero no es tan fácil cambiar las cosas”. “Hay que conocer al pescador y hay que usar la metodología correcta”, plantea. Nos sentamos entonces con Simón para platicar unas horas sobre cómo va la pesca en Playa Grande, la comunidad de pescadores en la que vive, en la isla de Amapala. Y en especial, de los intentos de un grupo de 17 pescadores, que Simón lidera, por romper el monopolio de los intermediarios.
En Coyolito, a diez minutos en panga de la isla Amapola, funciona un centro de acopio para toda la región. Ese centro de acopio, similar a muchos otros de Centroamérica, trata de constituirse en una alternativa de comercialización a los acaparadores. La puesta en marcha del centro, construido en colaboración con la cooperación española, posibilita desde hace 16 meses otra vía de venta. La consecuencia, una subida del precio del pescado en toda la zona, tanto para los pescadores que venden al centro de acopio como para los que continúan trabajando con los intermediaros.
Siguiendo la misma lógica del dos más dos son cuatro, parecería que los pescadores tendrían que volcarse con el centro de acopio. Pero no. La realidad es que son pocos los grupos que se han implicado con el centro de acopio. Hasta el punto de que su sostenibilidad no está garantizada por el momento. Simón tiene claro lo que sucede. “A los acopiadores no les conviene el centro de acopio, pero nosotros no vamos a aflojar venga lo que venga”, cuenta. “A mí me quieren endulzar los intermediarios. Me vienen y ahorita me ofrecen a veces más precio del que me paga el centro de acopio. Pero no vamos a aflojar”, se afirma. “Un día me llegó un socio y me dice: ‘Le voy a vender este pescado al acaparador’. Yo le dije: ‘Adelante, pero acordate de cuando este pescado el acaparador no te lo compraba a 9 pesos, como ahora, sino que te lo compraba a 5’. Entonces no dijo nada. Me vino a entregar el pescado y nunca volvió a hablar de venderle al acaparador”.
La clave de por qué no funciona el centro de acopio, Simón la busca en los mecanismos de comercialización a los que están acostumbrados los pescadores. “Al pescador le gusta llegar a la arena, vender el pescado, recibir el dinero y desentenderse. Que el acopiador se ocupe del hielo y que se ocupe también de suministrarle gasolina para volver al mar al día siguiente. Que si necesita unas redes, el acaparador se las financie. Y con el centro de acopio, cambia todo”, cuenta Simón. “En nuestro grupo, yo me ocupo personalmente de financiar hielo (para conservar el pescado en tanto no va al centro de acopio) y gasolina, pero se debería buscar una forma para que fuera el centro de acopio el que pudiera financiar a los grupos. Si los grupos no tienen vías de financiación, seguirán con el acaparador”.
Dicho de otra forma, “el centro de acopio debería copiar una metodología de trabajo similar a la que utilizan los acopiadores”, plantea Alcides Rodríguez, de Amigos da Terra, Ong que en los últimos años, en colaboración con la organización local Coddefagolf, ha formado a los pescadores de Amapola en cuestiones de comercialización del pescado. “Cuando llegó el tema del centro de acopio aquí”, cuenta Alcides, “tenían en mente implantar una metodología de subasta similar a la de España, pero se dieron cuenta de que no era posible y han tenido que ir adaptándose poco a poco”.
Para el administrador del centro de acopio, Roger Álvarez, la sostenibilidad del servicio estaría garantizada si hubiera tres o cuatro grupos como el de Simón Banegas: “Para nosotros es el grupo modelo y también tengo que decir que es el grupo que mejor cobra el pescado en esta zona del Golfo de Fonseca”, sostiene. “El centro tiene que ir poco a poco. Sólo tiene 16 meses”, cuenta Roger. “Ya tenemos más grupos que se van interesando, en buena medida porque Simón les cuenta cómo le va con el centro o porque ellos se van enterando”, apunta. “Soy optimista sobre el futuro”.
Texto: Gonzalo Brocos.
Fotografía: Marcos Canosa.
Excelente texto y una buena muestra a pequeña escala del papel que juegan los intermediarios en el sistema. De lo mejor que he leído. Gracias por acercarnos esta realidad.
ResponderEliminarSaludos!